Martina recibe de José un paquete envuelto en una bolsa de plástico negra.
“¿Cómo te salieron los últimos?”, pregunta el hombre de barba gris.
Ella sonríe: “Los ‘bebés’ están creciendo hermosos”, responde.
Inmediatamente después le pasa unos billetes doblados que José guarda sin revisar, y se va de la casa del vendedor saludándolo con un beso en la mejilla.
Dentro del morral negro tejido por ella misma carga la bolsa que acaba de recibir.
En su interior, sustrato, una mezcla de elementos orgánicos que serán la base del cultivo de los “hongos mágicos” que consumirá y comercializará.
Si bien la actividad no está autorizada en el país, tampoco es la primera vez que Martina desafía la legalidad..